FOTORELATO: ¿PODEMOS AMAR A UN ÁRBOL?
- PAISAJEO.ORG
- 27 jun
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Edición abril - mayo 2025 I Artículo 07
Reflexión a partir de la obra Amar un árbol de la artista Mariela Soldano
A través de la visión antropocéntrica, el ser humano es colocado como centro y medida del universo.
Los intereses humanos subordinan a los de las demás especies, entidades y objetos.
Desde una perspectiva occidentalista, la existencia se entiende en función de dualismos: masculino-femenino, bien-mal, norte-sur, público-privado, naturaleza-cultura. Es en esta última dualidad que se fundamenta una de las escisiones más grandes del legado epistémico occidental: por un lado existe la naturaleza y por otro lado el ser humano, y la relación entre ambos tiende a caracterizarse por una reducción utilitaria de la primera en relación al segundo. La naturaleza es un objeto de dominación y un recurso más para la producción y consumo humano. El ser humano no existe como parte de la naturaleza, la naturaleza no es parte del ser humano.

¿Podemos amar a un árbol?
Cuando hablamos de amor por un otro, hablamos de una conexión empática, respetuosa y comprometida con ese otro. Amar es aceptarlo en todas sus dimensiones. Pero la época -no oficialmente- conocida como Antropoceno no se destaca específicamente por practicar el amor, y menos hacia lo NO humano. Sin embargo, hay caminos que pueden situarnos en un punto alejado de la dominación del otro y más cercano a amarlo: uno posible es el de la domesticación, como es ilustrada por Antoine de Saint-Exupéry en su opus magnum, El Principito, a través de la conversación entre el personaje homónimo y el zorro.
Domesticar se presenta como el acto de «crear lazos», como un proceso que establece relaciones profundas y significativas, dotando a ese otro de un carácter único y especial para uno. Para que esto ocurra, es esencial primero encontrar y reconocer al otro. Este proceso establece un puente entre ambas partes, donde el entendimiento mutuo permite apreciar lo que cada uno ofrece. Para domesticar es necesario desarrollar la capacidad de ver a los demás en su singularidad sabiendo que «lo esencial es invisible a los ojos». Por otro lado, domesticar es también asumir una responsabilidad hacia el otro, ya que más allá del reconocimiento, implica un compromiso y un cuidado continuo: «eres responsable para siempre de lo que has domesticado.»

Para que una relación de este tipo pueda florecer, hay dos características clave: repetición y dedicación. La primera inyecta de tiempo al vínculo, y la segunda de presencia. Uno está presente en el tiempo con el otro. «Mi rosa es importante porque yo la he regado» menciona el Principito en referencia a cómo, a pesar de la complejidad y conflictividad que ha encontrado en su rosa, fue a través de darle tiempo y cuidado, que ella se volvió especial, no por sus características, sino por su proceso de domesticación, donde, en otras palabras, ha sido objeto de su atención y amor.
Sin embargo, esta forma de amor no trasciende el antropocentrismo, y parecería ser una forma vincular de un sentido único, donde el ser humano vuelve como medida de las cosas y vector direccional, al posicionarse como protector y guardián de lo otro.
¿Es posible integrarnos a lo que nos rodea? ¿Cómo existir desde un lugar horizontal con la naturaleza? ¿Podremos trascender la ilusión de separación? ¿Cómo podemos equilibrar nuestra individualidad con el bienestar colectivo en nuestro entorno? ¿Cómo podemos superar las barreras que nos separan de una conexión profunda con el mundo que nos rodea?

En una era dominada por la productividad, donde las relaciones y el amor tienden a replicar esta misma lógica, amar algo aparentemente tan distante como un árbol se vuelve conflictivo y algo fuera de lugar para nuestro sistema. Si tomamos como referencia la cultura de la transparencia e inmediatez trabajadas por Byung-Chul Han, podemos decir que nuestra capacidad de tener vínculos profundos se encuentra amenazada y reducida por las formas hegemónicas de relacionarse que impulsan a capitalizar las relaciones en términos de utilidad personal o visibilidad social. Es entonces que el gesto de amar a un árbol surge como un contrasentido y puede ser uno de los caminos para llegar a poder experimentar nuestro entorno desde una perspectiva más desinteresada y corrida de la ilusión de entendernos centro.
Desde otro punto, Timothy Morton enfatiza en su pensamiento la importancia de la interconexión en la ecología y desarrolla la idea que no existen entidades independientes: todos formamos parte de una compleja red de relaciones dinámicas donde constantemente afectamos y somos afectados. Amar a un árbol puede ser una forma de reconocer y conectar con esa red más amplia de relaciones en la que ese árbol está inmerso, y de la que nosotros también somos parte. Esta forma de amor no es simplemente sobre la apreciación estética, sino sobre llegar al reconocimiento de cómo un árbol -y a través de él lo que entendemos como naturaleza en general- está intrínsecamente entrelazado con nuestra existencia y nuestras acciones.
Amar un árbol, entonces, podría ser visto como un acto de reconexión con la red mayor, como una clave para cambiar nuestra perspectiva sobre el mundo y reconocer que las separaciones entre humanos y naturaleza no son más que una ilusión.

Texto: Luisho Díaz
Fotografias: Mariela Soldano
Mariela Soldano (Buenos Aires, 1972). Artista visual y gestora cultural. Reside en Uruguay la mayor parte del año. Cuenta con dos carreras de grado en Comunicación y Diseño respectivamente en Argentina, cursos de posgrado en arte contemporáneo y curaduría en diversos países y una Maestría en Diseño de Experiencias culturales en España. https://marielasoldano.com/
Luisho Díaz (Montevideo, 1991). Artista, Curador y Gestor. Es Licenciado en Diseño Industrial por la Universidad ORT Uruguay y gestor cultural egresado de la Fundación Itaú. En 2016 gana el Fondo de Estímulo para la Formación y Creación Artística (FEFCA, MEC) en Artes Visuales, y el primer premio en Performance de Imagina MVD2030. En 2017 realiza las residencias Habeas Data IV en San Pablo (Brasil) como investigador de Arte Contemporáneo, y Social Summercamp VIII en Villa Alegre (Chile) como artista visual. Desde 2012 participa como artista en exposiciones y festivales en Uruguay, Brasil, Chile, Argentina, México y España. En paralelo trabaja en Uruguay como curador, coordinador y productor de exposiciones y festivales para distintas instituciones. https://www.instagram.com/luishodiaz
Amar un árbol es un proyecto que nace en el desierto de Almería, España. En parajes que sienten en soledad el latido reseco de la tierra. Intensifica la mirada en un árbol, único e irrepetible, que pelea por su subsistencia.
Mariela Soldano
Artista visual y gestora cultural, sus prácticas artísticas giran en torno a una búsqueda existencialista: Entre la tensión y la poética, despliega reflexiones sobre la vida y la muerte.
Sus proyectos se vinculan, de manera rizomática, con el cuerpo físico y lo íntimo o intangible de la presencia. El tiempo y la memoria subyacen como rastro de vida. La naturaleza, la ciencia y la música son lugares desde donde plantea recurrentemente un diálogo con sus intereses principales.
En enero 2025, AMAR UN ARBOL participó en la revisión de portfolios del festival de fotografía FOCUS, José Ignacio (URU). El 2024, su proyecto RESPIRA es incluido en la Bienal Fresh Air Sculpture, de Quennington (UK). En el 2023, una de sus obras forma parte de la Bienal de Valencia (ESP) y fue invitada a la III Bienal de Colonia (URU), obteniendo la Mención Especial de honor. Ese mismo año, en el mes de marzo en el marco de #8M sus obras se exhiben en las calles de Ciudad Vieja., Montevideo (URU). En 2022 su obra Música hecha carne es incluída en el Salón Nacional de Arte Textil Género y Derechos de Buenos Aires (ARG).
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