Para muchas sociedades, la naturaleza tiene una connotación simbólica y cultural basada en la reciprocidad que permite lograr un equilibrio entre naturaleza y cultura, convirtiéndose en un espacio de vida en donde producen y reproducen una lógica propia representada en las creencias y valores y expresadas en hábitos, prácticas y lenguajes; sin embargo, para otras sociedades, la naturaleza puede tener un significado social y económico, puede llegar a considerarse una “canasta” de recursos especialmente de animales, minerales y vegetales, factibles de ser extraídos y utilizados (Gudynas, 2004, 2011) es posible que esto suceda cuando las condiciones sociales y económicas de los grupos humanos los lleven a establecer este tipo de relaciones, pero a pesar de esto, siguen manteniendo lazos simbólicos con la naturaleza.
En este sentido y teniendo como eje de reflexión el agua en la historia de Bogotá, se evidencia la transformación que ha tenido el recurso hídrico en la ciudad a través del tiempo, de ser un elemento sagrado para los Muiscas, presente en su mito originario como sociedad, en sus prácticas culturales (rituales en las lagunas principales y secundarias) las cuales eran santuarios, lugares sagrados, y en la relación cotidiana que con ella sostenían, a tal punto de haber sido considerados, los seres del agua, por los grupos vecinos; pasó a convertirse en un elemento profano, donde sólo tenía importancia el agua corriente y no el agua estancada (humedales, lagos, lagunas, chucuas), en parte por la Ordenanza Real 11 de 1523 de Carlos V, que prohibía la construcción de ciudades en sitios cercanos a aguas estancadas; y fue convertido en un bien económico desde la llegada de los ibéricos, donde se comienza a ver como el elemento clave para la vida de las recién fundadas ciudades.
La ciudad en sus inicios, comenzó a surtirse de los ríos, quebradas y chorros que colindaban con la zona cercana al sitio de fundación, especialmente los ríos Vicachá (san Francisco) y Manzanares (san Agustín), y se comienzan a construir los primeros acueductos (Laureles ó Aguavieja) sin embargo, al pasar de los años, la ciudad deterioró la calidad del agua, que terminó convirtiéndose en una fuente de enfermedades que ocasionaron en muchos casos epidemias como la de tifo o epidemia de Tabardillo, entre 1630 y 1633 y que se extendió hasta Tunja, Pamplona y Cartagena y otra en el año de 1870 cuyo foco fue el barrio san Victorino, y la epidemia de cólera en 1849 que comenzó en la costa norte y se extendió hasta Bogotá, aunque en menores proporciones (EAAB, 2003).
Uno de los mayores problemas de la ciudad en todo el periodo colonial y hasta bien entrado el siglo XX fue la mala calidad del agua que se proveía a los habitantes, cuyo origen era el pésimo manejo dado a las basuras y los animales muertos, arrojados a las fuentes hídricas, contaminándolas. Se evidencia entonces la profanación que sobre el agua del territorio se realizó desde la llegada de los ibéricos, pues se pierde el valor simbólico y cultural dado por los Muiscas y se convierte en un bien económico y social, perdurando hasta nuestros días esa idea.
Sin embargo, los procesos ambientalistas y las nuevas miradas académicas que se han desarrollado desde la década de 1970 en todo el mundo, incluyen el análisis de la forma como vemos, entendemos y nos relacionamos con la naturaleza, así mismo, como la representamos. Esos elementos han aportado en la reapropiación, resignificación y representación del agua como elemento fundamental de vida y parte fundamental del desarrollo social, cultural y simbólico de las ciudades. En el caso de Bogotá, muchas organizaciones públicas y privadas desarrollan proyectos de diversa índole que aporten en la construcción de una nueva mirada simbólica del agua, dentro de ellas, surge una idea interesante, la posibilidad de patrimonializarla, de convertir el agua, en un patrimonio natural y cultural de la ciudad, con el fin de lograr que los procesos de reapropiación y resignificación simbólica y cultural comiencen a desarrollarse. Estos procesos no tendrán éxito, si no van de la mano con el desarrollo y aplicación de políticas públicas que promuevan la protección del recurso hídrico en la ciudad, no sólo porque se sigue considerando un bien económico, sino porque ancestralmente, es un elemento sagrado, un proveedor de vida, el centro del desarrollo cultural de nuestros ancestros.
Es necesario continuar aunando fuerzas entre la sociedad civil, los colectivos, organizaciones y fundaciones sociales, ambientales y culturales y la academia, para desarrollar procesos interdisciplinarios sobre el agua, y no solo verlo desde lo ingenieril, biológico o químico, sino desde lo histórico, social y cultural, y así lograr resignificar y reapropiarse del agua como parte fundamental de nuestro desarrollo como sociedad.
En estos procesos es fundamental generar un diálogo de saberes, escuchar a las comunidades es escuchar las voces de los olvidados, de los subalternos, para poder reconstruir miradas más objetivas sobre la relación con el agua en la ciudad, partiendo de la experiencia pasada y evitando cometer los mismos errores. El diálogo de saberes busca desde diferentes tipos de conocimiento –científico, popular, étnico- y sus actores, un encuentro, un diálogo y una producción de nuevo conocimiento, “nuevas formas de comprensión del mundo, que emergen de la dialógica del intercambio de saberes y de la disputa de sentidos que den la reapropiación social de la naturaleza y de la cultura” (Jiménez, 2009, 93).
Por lo tanto, debe considerarse como un diálogo que articula lo material y lo simbólico, que se inicia desde los actores sociales que poseen saberes aprendidos desde su cultura y, se inscribe en un proceso de re-significación y re-apropiación cultural de la naturaleza, con fines de preservar, conservar y aprovechar los recursos y resolver problemáticas ambientales (Hernández, 2009), y que para el caso de la ciudad de Bogotá se vuelve prioritario, debido a las condiciones actuales del agua en la ciudad.
Referencias bibliográficas
EAAB, 2003. El agua en la historia de Bogotá 1538-1937 Tomo I. Villegas Editores. Bogotá D.C.
Gudynas, E. (2004) Ecología, Economía y Ética del Desarrollo. Coscoroba ediciones. 5ª edición. Uruguay.
Gudynas, E. (2011). Imágenes, ideas y conceptos sobre la naturaleza en América Latina. En Montenegro Martínez, L. (ed.) Cultura y naturaleza. Aproximaciones a propósito del bicentenario de la independencia de Colombia. (pp. 267-294). Bogotá D.C., Colombia. Alcaldía Mayor de Bogotá. Jardín Botánico de Bogotá José Celestino Mutis.
Hernández, U. (2009). Diálogo de Saberes en la Conservación de la Biodiversidad Experiencias Locales del Manejo de la Biodiversidad. En López, C.E. y Hernández, U. (comp). Diálogos entre Saberes, Ciencias e Ideologías en torno a lo Ambiental. (pp. 91- 104). Pereira, Colombia. Facultad de Ciencias Ambientales, UTP.
Jiménez, C.I. (2009). El Diálogo de Saberes, Transdisciplinariedad y Educación Ambiental. En López, C.E. y Hernández, U (comp). Diálogos entre Saberes, Ciencias e Ideologías en torno a lo Ambiental. (pp.41-62). Pereira, Colombia. Facultad de Ciencias Ambientales, UTP.
Texto e imágenes: Henny Margoth Santiago Villa ©